Gracias
a los sentidos nos comunicamos con el mundo. Podemos carecer de
alguno de ellos, pero si es así, se produce una inevitable
desconexión con el exterior. El olfato se ha considerado
siempre el más bajo de los sentidos, del que se puede
prescindir más tranquilamente porque altera nuestra percepción
en menor medida que la vista o el tacto. Puede ser cierto,
aunque sin olfato seríamos privados de ciertas emociones. Cuántas
veces un aroma nos ha traído el recuerdo de alguna persona o de
una época pasada de nuestra vida.
Esto
es debido a que, de todos los sentidos, el olfato se caracteriza
por ser el más rápido en poner a funcionar nuestro cerebro,
transportándonos a un mundo de emociones y de sentimientos
distinto y más profundos, que el que nos sugiere la visión de
una imagen o la percepción de un objeto.
Por
tanto, el perfume existe desde que existe el sentido del olfato.
El hombre aprendió desde sus orígenes, a distinguir un
"buen olor" de un "mal olor", aunque
naturalmente no comenzó a experimentar con los aromas hasta
mucho más tarde
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